viernes, 25 de enero de 2013

enfermedad mortal

Tengo una enfermedad mortal
Y ninguna aguja de metal
Me podrá inyectar
Jamás
Nada
Que me haga mejorar

Tengo una enfermedad mortal
Y lo único que hago es gritar
¿sabéis a lo que me refiero, verdad?

Entonces disculpad
Que no os pida ayuda
¡Y dejadme morir en paz!.

jueves, 24 de enero de 2013

el atracador del siglo xix

- Ahora, señor míreme atentamente

      (su influjo empezaba a cobrar su efecto en él)
      la boca entreabierta y la expresión propia de alguien que está
      viendo algo que no puede creer.

- Tiene usted un arma terríblemente preciosa, señor. El cañón cromado y con sus iniciales en el mango, ahora cubiertas por el sudor y la sombra de la palma de su mano.

      El arma, antes firmemente sujeta, comienza a temblar a escasos
      milímetros de lanariz del que está hablando.

- Bonito regalo de su tío John... ¿su padrino tal vez?. Muy adecuado para el día de su graduación. Pero hijo, ¿que es lo que pasó?, ¿como se encuentra en esta situación?, déjeme ayudarle. Míreme a los ojos de nuevo. Atienda , esto será su salvación.

      Con los ojos imparpadeantes, secos, el que empuña el arma
      asiente como un niño que va a recibir su recompensa.

- Abra usted la boca hijo, como si le fuera a ver el médico cuando le duele la garganta.

      Boca abierta con una expresión bobalicona.

- Se va a tomar usted la medicina que le recomenaré, eso le curará, hijo.

      Asentimiento.

- Pero... déjeme su precioso revólver, amigo, que empieza el tratamiento. Relájese.

Deposita suavemente el arma en la mano del viejo. Y éste agarra firmemente el revólver y descarga todas sus balas en la otra mano. Seguidamente introduce las balas en la boca del atracador y le ordena que se las trague, una a una. Cuando ha terminado le devuelve el arma y le recomienda que vaya al hospital. Tal vez necesite un lavado de estómago. Ha sido indulgente, la medicina podría haber sido más drástica, pero hoy la función había ido bien y estaba de buen humor. Además, un viejo mago como él no necesitaba mancharse las manos de sangre a esas alturas de la vida, ¿para que complicarse? la hipnosis ya le había sacado de atolladeros más difíciles que ese, siempre era una solución cómoda para pequeños percances de ese tipo.

resaca


En las noches de los lugares obscuros es bastante fácil jugar a la comba con los cordones umbilicales que nos unen a todos, cuando las alfombras de humo pasean al ruido que perfora los oídos, y los brebajes y polvos mágicos deslían todos nuestros nudos en la cabeza (o casi).

Todo es mucho más patético pero fácil: el volumen, la masa, la carne en movimiento, y que entren en contacto los deseos inducidos por el olvido de la moral subyugada, dispuestos a morir si hace falta por sembrar la simiente... De pronto sorpresa (todo ha pasado) y almohadas, olor a mamá y a humo de leña seca, deseos de teletransportación para hacer equilibrio sobre un hilo dental dispuesto entre dos astas de vaca, saltos de charcos en niños anormalmente higiénicos. Y flores: margaritas y amapolas, su olor mezclado con caca vacuna, arados y zachos. Ambientes bucólicos, que con los ojos cerrados siembran una sonrisa.

Fantasmas de lágrimas de impotencia sobre tu cara cuando abres los ojos y te descubres dentro de una cárcel de hormigón armado, cañerías, cables y ondas hertzianas, perfume de petróleo y sales de baño.... Todo eso y el olor a chotuno bañado en humo que ha impregnado tus sábanas.

Luego el agua tibia te purifica, vuelves a nacer e instantáneamente te haces otra vez al ambiente.

miradas

Te vi allí, donde las miradas tejen una alfombra que vuela a la altura de los ojos. Otra vez tenías esa máscara que ocultaba tu cara de niñita enferma. El ácido cómico ya iba haciendo efecto, y las sonrisas invitaban a abrazarse, a besarse en los labios, a hablar a los oídos, a decir “si” con la cabeza. Entre las sombras distinguí tu mano agarrada a otra, de espaldas, y una sonrisa pasajera de deseo que se evaporaba tras deshacer voluntariosamente el nudo de los dedos que pretendían atraparte. Habías apostado fuerte a una buena baza y no era hora de echarse un farol, ¿verdad? Pero mis ojos te andaban buscando, y al encontrarse con los tuyos, te recordaron que esa baza estaba ahora lejos, entonces un disimulado abrazo de confianza al verme, caricias de cariño añejo… y luego todo lo demás. Terminamos vencidos por nuestros deseos, en el cuarto de baño de aquél petrolero ardiendo, y nuestras esperanzas de ser algo más fieles a nosotros mismos, ahogadas dentro del látex, en el fondo del retrete.

La luz y mi narcisismo


La luz y mi narcisismo
 
Por fin logré dominar a aquél haz de luz. Era un corcel tremendamente indócil y escurridizo, pero una vez montado en él, conseguí mi objetivo: el espejo no devolvía mi imagen.

Había vencido a Mi Enfermizo Narcisismo.

miércoles, 23 de enero de 2013

el sueco triste

el sueco triste

Tan triste que
el mar
le supo dulce

                  ....el mar

Tan solo que
el desierto
era su eco

                  ... su eco
                                    su eco ...
                                                      sueco ....

¿sueco...?
                  ...... era sueco

pregúntese al forense

Pregúntese al forense

- ¿escena del crimen?
- su cuerpo

enfermedad mortal

Enfermedad mortal

-¿murió?
- Era inevitable, estaba aquejada de "vida".

martes trece


Martes Trece
 
Dedicado a mi ciudad favorita, a Schopenhauer, y a mi maldito sino:


Martes trece.
Mala suerte.
Mamá muere.
Matan peces.
Gatos negros,
Gansos feos,
Y también cuervos.

Pajarracos volando
Por la mañana
... Entrando
Por la ventana

Aquí,
Llueve gris,
Huele a pis
Y
Se abren los paraguas
Dentro de unas casas
Repletas de arañas
Y mariquitas muertas.

Un maullido negro llena
Las calles de escaleras
Todas abiertas

En la Ciudad-humo
Duerme el Hombre zurdo,
Solitario y agorero
Sobre la cama,
Con su sombrero.

Y los barcos zarpan
Llenos de mujeres.
Con miles de zapatos
Color azul metálico,
Ocupando mesas
Sucios y desabrochados
Y en sus proas
Y en sus popas
Caen muertos miles de albatros.

y el sol....
el sol se esconde
dentro de una lata oxidada
de fabada caducada.

¿con qué velocidad llegará al suelo la novia nevada que camina ciega por la calle?

¿con qué velocidad llegará al suelo la novia nevada que camina ciega por la calle?
 
La novia nevada

De poco me sirve
decirle a la esposa
el día de su boda
"mira, querida,
el cielo también se viste
de novia"
cuando es evidente
que sucede
una gran orgía
en el cielo, ahí arriba,
y nieva semen.

De poco me vale
decirle "tranquila preciosa"
cuando su traje
es ahora de camuflaje
y ella parece
que
desaparece
entre la cópula
de los ángeles.


camino ciego por la calle

Por la calle
a veces
cierro los ojos
para no ver los horrores
que nacen
de una úlcera,
de un dolor de muelas
o un dolor de cabeza,
de un bolsillo roto,
o de la inmortalidad de la abuela
que no huele aún a lilas,
que no nos deja la herencia.
Cierro los ojos y sigo andando
con torpeza
bajo un esquema mental de la calle
aún a riesgo de tropezar con alguien
, o de sentir de pronto en la frente
el frío tacto, el tacto inerte
de una solitaria farola
que se movió de su sitio a drede.

¿con qué velocidad llegaré al suelo?

DESDE UN QUINTO PISO
Desde un quinto piso
miro hacia abajo
hay una obtusa carretera
con un tráfico rodado
y miro a la gente ahí afuera
gente anónima, caminando
como autómatas sobre la acera
y miles de chicles pegados
en las viejas losetas.
Veo ancianos esperando
en la parada, sentados,
hablando algunos sobre el mal tiempo,
otros sobre el fútbol, y otros sobre buenas tetas.
Desde el quinto piso miro todo ésto,
y entonces sólo me cabe una duda en la cabeza:
"si me tiro por la ventana ahora mismo,
¿con qué velocidad llegaré al suelo?"

elogio del olvido

Elogio del olvido
 
Normalmente no recordaba cómo había acabado la noche anterior.

Para intentarlo, a veces me deslizaba por la penumbra de la habitación y comenzaba a olisquear como un perro la ropa tirada en el suelo.

Si la ropa olía sólo a alcohol, puede que la noche hubiera sido cojonuda.
Si además olía a humo, tal vez pudiera no haber ido mal del todo.
Si también olía a mujer, seguro que terminó mal.

Y si la ropa sólo olía a mujer... Si la ropa que estaba en el suelo olía sólo a mujer, entonces podía tener la absoluta certeza, de que esa ropa no era mía.

microfábula para perdedores

Microfábula para perdedores
 
Le dijo un día el gato al ratón
" Hoy te comeré pero mañana...
... mañana te pediré perdón"

Microescolio para microfábula: Es bien claro por analogía anatómica, que a los que pedirá perdón el gato son a sus propios excrementos... fruto de la descomposición de las partes no nutritivas del ratón en su aparato digestivo.( pequeña disgresión: ¿se imaginan semejante estupidez etológica extendida al comportamiento humano?, ¿no acabaríamos todos en un frenopático?, la realidad es que, la propia realidad humana interseca a gran parte de este comportamiento bajo el opaco velo de una tupida red o estructura aceptada por todos los integrantes de una (perdón por la palabra) "Sociedad" mucho más compleja y digna de un análisis pormenorizado presumiblemente demasiado extenso como para incluirlo en esta disgresión. Fin de la disgresión.) Fin del microescolio para microfábula

el título

El título
 
La hallé sobre su mesa con un profundo y limpio corte en cada muñeca.
La sangre cubría un folio. Había algo escrito. Parecía el inicio de un nuevo cuento infantil :
" Al llegar el Otoño los árboles se pusieron tristes y lloraron todas sus hojas "
Un pegote de sangre coagulada en el extremo superior del folio hacía las veces de título.
Recuerdo que me pareció perfecto cuando la encontré.

la parrillada

Cuando tot se comió al bebé
 
Cuando Tot se acercó a la cuna del bebé todos pensamos que lo hacía para reconocer al nuevo miembro de la familia. Andabamos todos liados con el asunto de la parrillada. Es asombroso el poco tiempo que tarda un perro en saciar su instinto voraz. Cuando Tot apareció con el brazo sangrante del bebé entre sus fauces, el pensamiento de la familia cambió. Todos pensaron "perro malo". Mi madre invocando a su dios en alto. Mi padre con el hacha de cortar huesos dirigiéndose hacia el cráneo de Tot. Mi hermana desmayada, en el suelo. Mi cuñado mirando espantado el interior de la cuna. Y yo, como una estatua, con el cabritillo medio descuartizado que nos iba a servir de comida a medio metro, reflexionando sobre el asunto de los perros, sobre que Tot no era consciente de haber hecho nada malo y no se merecía un hachazo en la cabeza. Reflexionando sobre lo miserables que somos los seres humanos, y sobre si al final, asaríamos ese suculento cabritillo.

tumbados en la autovía

tumbados en la autovía

 
Tras otra noche anodina, de vuelta a casa se me ocurrió que podríamos tumbarnos en medio de la autovía central, y así lo hicimos, cogiéndonos de la mano. Fue un tiempo que el reloj de mi pulsera determinó como breve, pero que a ella y a mí nos supuso la concentración de toda la noche, y del día, y de la semana, y puede que de toda la vida en ese instante. Un par de coches, nos esquivaron. El segundo se paró a pocos metros, tras un pitido y un frenazo que dejó marcas en el betún. Nos levantamos y echamos a correr en dirección contraria a los coches, por el arcén. Las voces e improperios del conductor del coche se perdían en la lejanía. Al llegar a casa lo hicimos bestialmente, agarrándonos de ambas manos, como si esos fueran a ser los últimos polvos de nuestras vidas. "Menos mal que se me ocurrió lo de tumbarnos en la carretera." pensé al dormirme sobre el suelo de la cocina.

como prometeo

Como Prometeo

 

Hay puzzles que sólo pueden construirse con la rígida pauta de unir unas piezas con otras hermanas preestablecidas por una figura, una forma. Y como consecuencia de esto, en un orden necesario. Un puzzle se comienza eligiendo una pieza al azar y continúa expandiéndose alrededor de esa pieza como si de una conquista axial del plano se tratara, para acabar en un todo rígido, preestablecido. No es el caso de este puzzle. En éste, ideas pasadas, presentes y futuras (en el sentido de que aún no has he concebido e irán surgiendo en la narración), propias y ajenas, darán lugar a un todo azaroso, una forma amorfa no prediseñada. Innecesaria, acaso incoherente. No pretende ser la imagen de nada, ningún reflejo pero quizá si la consecuencia de esa dispersión , de esa disonancia cognitiva , de esa desnaturalización racional a que me veo sometido. A que nos vemos sometidos.
El doctor Frankenstein creó a su criatura a partir de retazos orgánicos sin sopesar previamente la posible naturaleza del ser que iba a ser creado. Ese ser, posteriormente se apoderó de su voluntad cuando cobró consciencia. Destruyó a su creador hasta el punto de que ese nombre, “Frankenstein” no representa ya en el imaginario popular a ese estudiante aventajado de medicina que soñaba con ser Dios y crear la Vida Eterna, sino al Monstruo que él creó. Ese monstruo que actualmente inunda las pantallas de Televisión con metafóricas formas que hacen renacer el mito de Prometeo. Ese filántropo Titán que , con la perspectiva de dotar del poder del fuego y de la sabiduría de las artes a un ser que suponía puro, dotó de los saberes de la ciencia a los hombres sin sospechar para que fines iban a ser usados en un futuro. Evidentemente Prometeo no era clarividente, por que ese robo primigenio es el germen de gigantescos Monstruos. No dudo que sin duda fue engañado, seducido, pero ignoro si eso lo narra el mito.
Estos Monstruos ahora se nos presentan como un mosaico de imágenes variopintas de miles de colores y de voces, unas veces sedantes otras estridentes, que conforman tras la pantalla luminosa “la noticia”. He de decir que “la noticia” para mí ha pasado a ser antónimo de “ la realidad de las cosas” y sinónimo de “la ilusión” (por no utilizar los términos, más drásticos y absolutos de “verdad” y “falsedad”) . La noticia es un método legítimo para metérnosla doblada a todos, sin anestesia ni bisturí. Un maravilloso instrumento de ese Poder ficticio de la Plutocracia legitimado únicamente por nuestra credulidad, por nuestra necesidad de crear ficciones que no desentonen demasiado, de nuestra necesidad de figurar la realidad , casi siempre de manera poco objetiva.
Esas imágenes del Monstruo, actúan a la manera de potentes especias que aliñan el espíritu. De su original sabor, nada termina por quedar. Como las comidas que he degustado otras veces, las miro y sé a lo que me van a saber. Las degusto antes incluso de introducirlas en mi boca. Y algunas no saben bien. Lo mismo me ocurre con estos espíritus aliñados. Lo observo en los ojos , en los labios, en los pasos, en la voz, en las manos, en el tacto, en … De lo que originalmente fue una crujiente manzana, sólo queda el viscoso sabor del gusano que la infectó. 
Y de las hermosas Costillas de Adán tras la Metamorfosis orquestada por un deseo sólo queda la divina figura metamorfoseada, lo “bello”. Observar el mito bíblico de que la mujer nació de un deseo, y por tanto de una debilidad. Al extraer dios la costilla inferior a Adán, dejó una herida abierta bajo la pelvis. Dios operó desde abajo al primer hombre. El placer que surge tras la cicatriz que une mi ano y mis testículos , cuando me uno a una de las costillas , ese placer nace de la reintegración de ese apéndice para formar un todo cósmico,  reviviendo un momento primigenio. Nace un Dios de tal unión. El germen de tal unión residía, hace un tiempo impreciso, en la mirada. Esa conexión primigenia entre dos humanos. Esa unión a distancia. Ahora , la visión de una mirada resta importancia a lo que se observa. Ahora no se sabe, se indaga. Y todo es equivocación. Ilusión que nace de lo turbio del espíritu. Tengo mis cojones llenos de miradas perdidas. Y  no valen nada. Miradas que se pudren ahí dentro, que se van por el excusado mientras, a veces, me pregunto cuántas costillas de Adán hacen falta para saciar mi apetito. Luego pienso que corro el riesgo de germinar, de plantar semillas y regarlas, sembrar apéndices de mi ser. Les saldrían ojos, (pienso), bocas, piernas y manos que se agarrarían a mis entrañas para luego devorarlas, como el águila a Prometeo. Como monstruos. Me vaciarían. Quedaría vacío. Vacío de vida, y lleno del tiempo que he perdido, lleno de esas decisiones, de esas circunstancias que se desarrollan bajo el monótono e incesante cántico agónico y ritual de los relojes. La obligación de ir haciendo cosas. A veces como una máquina, como un autómata. A veces como un saco de huesos, músculos y sangre, pero siempre equivocándote. Como Prometeo.