jueves, 24 de enero de 2013

resaca


En las noches de los lugares obscuros es bastante fácil jugar a la comba con los cordones umbilicales que nos unen a todos, cuando las alfombras de humo pasean al ruido que perfora los oídos, y los brebajes y polvos mágicos deslían todos nuestros nudos en la cabeza (o casi).

Todo es mucho más patético pero fácil: el volumen, la masa, la carne en movimiento, y que entren en contacto los deseos inducidos por el olvido de la moral subyugada, dispuestos a morir si hace falta por sembrar la simiente... De pronto sorpresa (todo ha pasado) y almohadas, olor a mamá y a humo de leña seca, deseos de teletransportación para hacer equilibrio sobre un hilo dental dispuesto entre dos astas de vaca, saltos de charcos en niños anormalmente higiénicos. Y flores: margaritas y amapolas, su olor mezclado con caca vacuna, arados y zachos. Ambientes bucólicos, que con los ojos cerrados siembran una sonrisa.

Fantasmas de lágrimas de impotencia sobre tu cara cuando abres los ojos y te descubres dentro de una cárcel de hormigón armado, cañerías, cables y ondas hertzianas, perfume de petróleo y sales de baño.... Todo eso y el olor a chotuno bañado en humo que ha impregnado tus sábanas.

Luego el agua tibia te purifica, vuelves a nacer e instantáneamente te haces otra vez al ambiente.

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