miércoles, 23 de enero de 2013

elogio del olvido

Elogio del olvido
 
Normalmente no recordaba cómo había acabado la noche anterior.

Para intentarlo, a veces me deslizaba por la penumbra de la habitación y comenzaba a olisquear como un perro la ropa tirada en el suelo.

Si la ropa olía sólo a alcohol, puede que la noche hubiera sido cojonuda.
Si además olía a humo, tal vez pudiera no haber ido mal del todo.
Si también olía a mujer, seguro que terminó mal.

Y si la ropa sólo olía a mujer... Si la ropa que estaba en el suelo olía sólo a mujer, entonces podía tener la absoluta certeza, de que esa ropa no era mía.

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