sábado, 21 de septiembre de 2013

Kitchen Porter

Friego platos. Profesionalmente, me refiero. Estoy rodeado de gente en mi trabajo, gente de diferentes procedencias. Gente de todos los rincones del mundo. Australia, Brasil, Italia, Polonia, Hungría, España, Inglaterra. Coincido con cada uno de ellos en el restaurante donde trabajo por diversas circunstancias. El azar (aquello que, según Poincaré, es preciso que sea otra cosa que el nombre que le damos a nuestra ignorancia) nos ha dispuesto allí a todos, nos ha hecho compañeros. El azar o las decisiones que cada uno ha ido tomando a lo largo de su vida. El azar se me escapa por entre los dedos mientras me corto fregando cuchillos profesionales afilados a mano en Italia. Cuchillos de Chef de cocina. El Chef es italiano, de ahí que los cuchillos profesionales afilados a mano también lo sean. No me quejo cuando me corto los dedos con ellos mientras los limpio antes de meterlos en el lavavajillas. Tampoco cuando me doy coscorrones contra la esquina de la balda de metal que se sitúa siempre justo encima de mi coronilla. El otro día descubrí en uno de los embates narcisistas que lanzo a los espejos, que mi cráneo se había deformado de tanto golpe repetido en el mismo sitio. No me gustó nada. Al principio pensé que me habría apoyado en algún sitio como el cabecero de mi cama, que tiene barras cilíndricas de metal, y de la presión, se he habrían deformado las escasas carnes de la cabeza, pero estuve un buen rato mirando a ver si la forma habitual (aquella que yo creía recordar como normal) de mi cabeza retornaba y no, no retornó. Tengo tres muescas en el cráneo de tanto golpe en la esquina de la balda de metal indeterminado.

 Limpio restos de comida inglesa. También me encuentro sumergidos en la espesa mayonesa de fabricación industrial restos de facturas, restos de sonrisas, restos de cálculos, restos de mentiras… porquerías. Todas a la basura. Las limpio con mi mano desnuda, mano en proceso de desintegración. Mano que va absorbiendo toda esa basura a través de la piel. Estoy enfermando. Mientras deslizo toda esa porquería hacia la basura con mi mano desnuda. Callos llenos de porquería, portales que se abren en los poros de mi piel, dando la bienvenida a todo resto de saliva, todo resto de grasa, ácido, salsas, dulces, cafés, tés, todo mezclado; té-saliva, café-saliva-azúcar, aceite-vinagre-saliva-sal-mentiras-“te quiero”-mayonesa. Entro en el juego de hacerme sentir bien con bromas en inglés. “Al menos aprendo un idioma”. Miles de euros invertidos en mi educación, muchos años, dos carreras de ingeniería, un máster, oposiciones de matemáticas pasadas en mi país desembocan en una esponja comprada al por mayor llena de porquería mezclada con espuma de friegaplatos … haciendo giros dextrógiros y levógiros sobre platos, cazos, cazuelas, tazas, vasos, cutterly, containers.

 La basura pesa. He de tirarla varias veces al día. Hay varios tipos de basura. Yo tiro básicamente la orgánica y los cartones para reciclar, or cardboard boxes for recycling. Mis bíceps se están desarrollando bastante. Y las articulaciones de mis piernas cada vez crujen más. Estenio el brasileño, me llama Mathematic Teacher. Se ríe mucho, yo con él. “My friend” y “I show you…” siempre están en su boca pero con diferentes gestos cada una de ellas. No entiendo muy bien su acento. Muchas veces me quedo mirándole raro con gesto de no haberle ententido muy bien y él me responde mirándome de la misma manera. Luego nos reímos. Un día le dije que hace 7 años trabajaba de ingeniero. Hacía proyectos; cosas como carreteras, saltos para salmones (que son escalas dispuestas en las presas para que los salmones puedan remontar el río, y superar esos obstáculos dispuestos por el hombre a su capricho, para finalmente desovar y morir en el mar), estaciones depuradoras y saneamientos de fábricas de cerámica. Ganaba pasta, y la gente me respetaba, porque ser ingeniero de caminos es poseer un alto status social per se. Ya menos. Pero antes sí. No puedo evitar pensar en todas esas cosas cuando estoy cortándome los dedos en Inglaterra con cuchillos afilados en Italia, y mi compañero brasileño semianalfabeto se ríe de mí llamándome Mathematic Teacher mientras me doy coscorrones, me lleno de mierda o me corto los dedos, y entonces me acuerdo de todos los genios que descubrieron cómo hacer las cosas más sencillas y más fáciles, de todos aquellos que bucearon en las profundidades de los misterios de la naturaleza y descubrieron leyes que se cumplían invariablemente, todas las fórmulas matemáticas y físicas, me acuerdo de Euler, de Bernouilli, de Gauss, de Maxwell, Cauchy , Lamé, y todos esos genios que seguro se estarán también descojonando de mí desde algún lugar más allá de las estrellas, cuando me corto los dedos, me doy coscorrones, o me lleno de inmundicias en esta mierda de trabajo.